¡Ah poeta!
Siéntate a mi lado,
le dije sin palabras,
y regálame la melodía de tus
pensamientos
letra por
letra,
pues de esa manera,
llenas de regalos mi
invierno
y se me olvidan los
pesares y las penas.
Después de muchas
primaveras
cosechando flores en
la luna,
y racimos de besos
en los labios de las
estrellas,
llego lo inevitable:
los brillos se
difuminaron
y de mis alegrías
se apagaron las velas.
Se arrugó el cuero,
se fruncieron las
aristas
y los vertices
crecieron
como flores en
primavera.
Entonces llegaste tú
con tu arte
expresado en bellas
grafemas.
Y surgió la magia,
la melodía,
y tus buenos ánimos
para que escribiera.
¡Ah poeta!
he perdido esa
melodía de tu verbo,
se fue imponiendo la
distancia,
la pereza, la
desidia, pero no el olvido
y ya no me acompaña
la fantasía
que al besar con la
mirada
tus palabras
escritas,
tan dulcemente me
seducían.
¿Qué hago ahora
poeta
sin la voz
maravillosa de tus letras,
si ya no me
sorprendo con un bello atardecer
ni con una noche de
luna llena?
¡Oh poeta!
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