¡Ah poeta!
Siéntate a mi lado,
le dije sin palabras,
y regálame la melodía de tus
pensamientos
letra por
letra,
pues de esa manera,
llenas de regalos mi
invierno
y se me olvidan los
pesares y las penas.
Después de muchas
primaveras
cosechando flores en
la luna,
y racimos de besos
en los labios de las
estrellas,
llego lo inevitable:
los brillos se diluyeron
y de mis alegrías
se apagaron las velas.
Se arrugó el cuero,
se fruncieron las
aristas
y los vertices
crecieron
como flores en
primavera.
Entonces llegaste tú
con tu arte
expresado en bellas
grafemas.
Y surgió la magia,
la melodía,
y tus ánimos
para que escribiera.
¿Qué hago ahora
poeta
sin la voz
maravillosa de tus letras,
si ya no me
sorprende un bello atardecer
ni una noche de
luna llena?...




