Saqué del cajón del olvido varios tubos de pintura de los que usaba mi marido, un lienzo de pequeñas dimensiones, y me propuse emborronar de varios colores lo que saliera. No sé pintar, solo tengo ideas que en ese momento me faltaban por mi estado apático.
¡Lo que faltaba!, no podía abrir los tubos, estaban cerrados de hace muchos años y la pintura pegada al tapón. Con un poco de paciencia (esa que no tengo) cogí un mechero y lo pase varias veces por los
tapones hasta que conseguí abrirlo. Me puse un guante de goma, y un pegote de cada color en el lienzo. Con el dedo índice extendí cada color y terminé… ¿en diez minuto?, sí, algo así. Tardé más en abrir los tubos que en colorear. Resultado, un adefesio de colores, eso sí, unos colores muy vivos, en ningún momento el gris o el negro… raro ¿no?. ¡Ah!, se me olvidó decir que me ayudé con un pincel que tenía todos los pelos pegados y más tiesos que la pata de Perico porque no tenía aguarrás y no quería manchar los que estaban en buenas condiciones.
Mientras hacia mi "obra de arte" me fui imaginando que podía ser sin ser nada:
El demonio en rojo lanzando una de sus maldades a un árbol, y una nube verde con su brazo de bondad extendido para impedir que llegará a él, a un campo de flores y un mar azul que se encontraba detrás, todo ello iluminado por un reflejo amarillo que se supone es el sol.
Bueno, ya terminé, no hay más misterio ni más interés en estas cuatro letras mal expresadas, porque claro, no soy ni siquiera escribiente… pero eso sí, mientras escribo me entretengo y me divierto.
Aquí la muestra de mi arte, jajaja.