Llegamos al lugar
cuando se abrían
los ojos de la aurora,
pero ya es de día.
Estoy emocionada,
voy a volar más alto
que las golondrinas.
Los globos,
gusanos gigantes
descansan en la tierra,
esperando que su vientre
comience a crecer
para ofrecer los colores
a las miradas atentas.
La ilusión me recorre el cuerpo,
llegó la hora.
Serenamente noto la elevación.
Cierro los ojos para escuchar.
Arriba, todo es silencio
solo roto por el fogonazo
que calienta el aire interior,
medido por el avezado piloto.
Un paseo largo por el aire,
y se cumplió el deseo.
La hermosa ciudad del Acueducto
a nuestros pies,
con su Alcázar de cuento,
y la bella y elegante
Dama de las Catedrales
con esas torres de encaje
que miran al cielo.
Allí, en lo alto,
se para el tiempo...
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