El viento sopla continuo pero suave.
Acaricia y susurra secretos en el aire.
Con dedos expertos toca mi piel
en esta mañana temprana
luminosa y fresca de los últimos días
antes del otoño,
y del desabrido invierno,
donde se cambian
los vestidos por pantalones
y las sandalias por zuecos...
Aromas frescos recorren el parque
donde me encuentro.
Un paseo sin gusto a estas horas tempranas
que saco a mi perro.
Pero me abraza el viento,
y su caricia compensa el esfuerzo.
Su danza ligera me invita a soñar y,
a mover mis pensamientos,
mientras miro distraída el estanque
que bulle de aves buscando alimento.
El viento gira en el cielo,
los árboles dejan de bailar
y la belleza se va desnudando
tras mis pasos,
a la vez que me alejo
absorta en el amarillo
que tatúa de puntitos
árboles jóvenes y viejos.
Una liviana nostalgia me toca el corazón.
Cómo pasa el tiempo,
tan callado,
tan deprisa,
por un camino solo de ida,
para llegar a un lugar
tan solo... sospechado
e incierto.
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