Prisionero en su propia jaula, cantaba como los pajarillos que veía en el árbol desde su balcón. Su espíritu alegre volaba mientras la melodía salia de su compañera, aquella guitarra que en su tiempo le había regalado la mama por su cumpleaños.
Echó la vista atrás en el tiempo, y entristeció su corazón. Se encontraba arropado con los mimos de su madre. Un día paseaban por las calles de su bella ciudad, y en un momento que soltó su mano, se perdió, pero se agarró al cordón umbilical y enseguida se encontraron. Todo lo que recordaba de su vida estaba de una manera u otra aferrado a la mujer que le dio la luz.
Murió la posesiva mujer y el cordón se rompió para siempre. El hijo quedó preso en su propio espacio sin poder romper los hilos de su jaula, con un gran miedo a los espacios abiertos donde se encuentra tremendamente privado de su libertad....
Hola Elda... El precio de la libertad es alto, los recuerdos siempre atan... pero tendrá que acostumbrarse a los espacios abiertos...
ResponderEliminarOye, no tenias un gato..!!!
Un abrazo...
Hola Llorenç, primero tendrá que ir al sicologo (sin p) para que le trate, jajaja.
ResponderEliminarEl gato está donde siempre maullando y ronroneando cuando se le acaricia la barriguilla.
Gracias por tu lectura.
Un abrazo.
Los lazos de unión, ese cordón umbilical que mencionas, a veces son tan fuertes que cuestan romper. El amor y el apego por los seres queridos no deben restarnos libertad para vivir nuestra propia vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Moraleja y todo Elda
ResponderEliminarestupendo post.
Un besote.